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A cambio de abordar una reflexión acerca de este enorme reto que tenemos los profesores, Usted se queda atascado expresando su nostalgia por aquellos rituales educativos, propios del aula de clase, que parten de la idea equivocada (y hace bastante tiempo desvirtuada) de que ese es el único lugar posible para el aprendizaje.
En estos días he recibido por diferentes medios un video del profesor italiano de la Universidad de Calabria, Nuccio Ordine.
Considero pertinente exponer algunas ideas frente a los planteamientos del profesor Ordine
El video del profesor puede ser visto en el siguiente enlace:
Respetado profesor Ordine,
He decidido escribirle esta carta en respuesta a un video suyo que me ha llegado en los últimos días a través de varios canales, remitido por algunos colegas y también algunos padres de familia, quienes parecen estar bastante entusiasmados al encontrar a alguien capaz de interpretar sus inquietudes sobre la educación y expresarlo abiertamente con indudable éxito.
Cuando ví su video por primera vez pensé que ameritaba una respuesta (de hecho, en ese momento, escribí algunas palabras y quizás un par de frases) pero seguramente todo habría quedado allí, si no fuera porque al cabo de pocas horas ya había recibido suficientes copias como para preocuparme y decidir escribirle estas notas (que espero lleguen a tener tanto recorrido como su video).
En primer lugar, debo decir que escribo desde Bogotá, Colombia. Sentado en el lugar favorito de mi casa. Un estudio, que al igual que el suyo, está lleno de libros; pero que, adicionalmente, incluye una amplia colección de cámaras antiguas de fotografía, viejos proyectores de video y tornamesas para discos de acetato. Los que colecciono, no por nostalgia, sino más bien por asombro ante la capacidad creativa e ingenio del ser humano.
Me motiva responderle, no porque me considere uno de los que Usted llama "Cantores de lo Virtual". Lo hago porque me considero, desde hace ya poco más de dos décadas, un abanderado de la transformación de la educación, que considero se quedó estancada en modelos centenarios que respondían a necesidades e intereses que hace ya bastante tiempo han cambiado radicalmente.
Debo decirle que a mí también me preocupa el entusiasmo que hay acerca del salto, forzoso por cierto, que se está dando hacia una educación centrada en la virtualidad, pero no porque ello implique el definitivo abandono de la educación tradicional, sino porque lo que se está entendiendo por transformación hacia la virtualidad, pone en el centro a la tecnología y sigue manteniendo al profesor como el amo y señor del conocimiento, en una época en la que éste (el conocimiento) cambia, aumenta y circula a una velocidad muy superior a las posibilidades de aquel (el profesor).
Trato de entender su incomodidad (mas no de justificarla) ante un mundo que está cambiando rápidamente, un mundo que no es más que el contexto social y laboral en el que se tienen que desenvolver nuestros alumnos. Aquellos que, una vez abandonen las aulas tendrán que echar mano de la formación que nosotros, sus profesores, hemos forjado, para ocupar cargos que probablemente hoy no existen, en los que tendrán que utilizar tecnologías que aún no se han desarrollado, para resolver problemas que aún hoy no se han identificado. Los oficios están cambiando, incluso algunos desapareciendo para dar paso a otros bien diferentes, acordes con las nuevas realidades del mundo. Esto no es nuevo. La historia de la humanidad está llena de grandes cambios y transformaciones. La única diferencia es que los de ahora, vienen sucediendo cada día a mayor velocidad.
Dice Usted que, en 30 años de servicio nunca había imaginado clases, exámenes, ni graduaciones a través de una fría pantalla y teme regresar a clases enfrentando el uso de nuevas didácticas. No sé si en el tiempo que lleva siendo docente se ha preocupado por ver cómo cambia la manera como trabajan las personas. La manera como interactúan, se relacionan y hasta crean. Muchos de los actos humanos de la actualidad se realizan a través de tecnologías que han sido creadas por el hombre mismo y de las cuales no podemos sustraernos. Para no ir muy lejos, el video que ha dado pie a estas palabras que ahora escribo, ha circulado rápidamente, sin respetar ningún tipo de frontera natural o artificial y, ha logrado despertar todo tipo de emociones, pese a esa fría pantalla que Usted desdeña.
A cambio de abordar una reflexión acerca de este enorme reto que tenemos los profesores, Usted se queda atascado expresando su nostalgia por aquellos rituales educativos, propios del aula de clase, que parten de la idea equivocada (y hace bastante tiempo desvirtuada) de que ese es el único lugar posible para el aprendizaje.
Lamento que Usted se conforme con los gestos de desaprobación o de complicidad de sus alumnos. Una educación como la que requiere el mundo actual, no sólo no debe abogar por una "transmisión de saberes" sino que, además, debería propiciar que los alumnos sean capaces de controvertir y argumentar frente a textos clásicos o las propias ideas de su profesor. Lamento que piense y se refiera a las escuelas y las universidades como a meros espacios físicos que pueden quedar vacíos, y no los vea como redes de personas (seres humanos) capaces de construir comunidades entorno a sus ideas, a través de las cuales se puedan formar ciudadanos, con convicción ética y con solidaridad humana y social.
En sus palabras, da a entender que los diálogos y las interacciones entre personas, carecen de valor cuando son compartidos a través de medios que, al igual que las ideas que en ellos subyacen, han sido creados y construidos por personas. Esas conversaciones también hacen parte de las experiencias que son vitales en nuestros días y que permiten elaborar, re-relaborar y difundir conocimiento, como un instrumento de libertad porque no es inferior al conocimiento que puede lograrse en un encuentro en un aula física.
Finalmente, debo decir que estoy totalmente de acuerdo con Usted cuando dice y subraya que "ninguna plataforma digital puede cambiar la vida de un estudiante. Sólo los buenos profesores pueden hacerlo". Pero debo acotar que los buenos profesores, simplemente son buenos profesores porque saben guiar hacia el conocimiento y el crecimiento personal, saben contagiar de curiosidad e interés, y esto lo logran sin importar el medio a través del cual interactuen con sus alumnos.
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