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El futuro del libro escolar - parte 2 de 2

Luis Fernando Correa Calle
lo digital se caracteriza por ser, más que un medio, un espacio. Es decir, un escenario o lugar de encuentro en el que se pueden establecer diálogos con otros, al tiempo que se convierte en un entorno moldeable, transformable y construible por parte de quienes en éste se desempeñan y actúan

En la entrada anterior, expuse las limitantes que tiene el libro impreso en el contexto escolar. Indicando que su contenido es estático, sin interactividad, con alto nivel de obsolescencia frente a la velocidad con la que cambia el conocimiento. En esta entrada hablo de la necesidad de implementar recursos multimedia que propicien interactividad y mayor riqueza en sus contenidos para que sean verdaderamente útiles para el aprendizaje.

El futuro del libro escolar - parte 2 de 2

En contraposición con el libro impreso, el texto digital, el hipertexto ofrece la posibilidad de acceder a cualquier referente, también hipertextual, de forma inmediata (en un clic). La navegación (es decir el despliegue de nueva información) a partir de cada uno de los caminos que sugiere el hipertexto (llamados hiperenlaces o simplemente enlaces) permite la construcción de una lectura propia, digamos personalizada según las necesidades e intereses de quien aprende, permitiéndole construir una lectura quizás única y profunda a partir de la exploración de fragmentos de contenido de múltiples fuentes.

A medida que el lector de un hipertexto hace clic en los enlaces, pasa a un nodo (léase documento) diferente, en el que lee una porción o fragmento antes de hacer nuevamente clic en alguno de los enlaces que ofrece. De esta manera, realiza una lectura con sentido propio, a partir de «piezas» tomadas de diferentes lugares, unidas por una lógica dada por el lector y por la red de enlaces que se teje a medida que avanza la lectura.

El libro digital puede estar enriquecido por imágenes animadas y sonidos que pueden ser activados y desactivados en el momento que se requiera. Lo que potencia enormemente su contenido, en la medida en que lo hace más significativo, al tiempo que mantiene la motivación y la atención de quien aprende.

Por otro lado, lo digital se caracteriza por ser, más que un medio, un espacio. Es decir, un escenario o lugar de encuentro en el que se pueden establecer diálogos con otros, al tiempo que se convierte en un entorno moldeable, transformable y construible por parte de quienes en éste se desempeñan y actúan. De esta manera, el sujeto que en el caso del libro impreso hace el papel de lector (consumidor de contenido), en el caso de lo digital se puede convertir en co-autor de lo que lee, en la medida en que tiene la posibilidad de comentar, opinar y transformar lo que ha sido elaborado previamente y se re-elabora constantemente gracias a la intervención de los que acceden a aquel. Así, el espacio virtual a través del cual se accede a un contenido permite dialogar con el autor y con otras personas que también lo han visto.

Todas estas y las muchas otras posibilidades que tienen apertura con lo digital (que por razones de espacio no han sido mencionadas aquí) son igualmente válidas para el caso de los libros en general. Narrar historias, ficticias o reales, adquiere nuevas dimensiones, un número amplio y diferente de posibilidades en las que el otrora llamado «lector» se involucra e interactúa. Al encanto de la palabra escrita se unen el hipertexto, la multimedia y la interactividad. Quizás, los novelistas, los escritores de relatos y los poetas (incluso los lectores mismos) no son aún conscientes de este nuevo universo de posibilidades que se abre con la llegada de lo digital, pero en muy poco tiempo la narración se transformará permitiendo que sea el lector quien elija y construya su propia historia a partir de textos "hiperconectados" e interactivos, enriquecidos con elementos (piezas) multimediales. La escritura y la lectura tendrán otra dimensión con posibilidades insospechadas. Muchas historias se construirán de forma colaborativa de modo que el rol de lector puede comenzar a fundirse con el de autor o co-autor.

Los libros impresos se seguirán produciendo, aunque en cantidades limitadas, y seguirán siendo coleccionados y leídos por algunos pocos, tal y como ocurre hoy en día con otros elementos y medios que han quedado atrás, sustituidos por otros más avanzados. Varios son los ejemplos que se pueden traer a la memoria:

Los discos de vinilo fueron sustituidos por los Discos Digitales (CD) e incluso por dispositivos reproductores digitales que no requieren disco alguno. Sin embargo, aún se imprimen y comercializan (a alto precio) discos de vinilo que son adquiridos por nostálgicos coleccionistas.

Algo semejante ocurre con la fotografía. Si bien la fotografía digital ha avanzado significativamente y se ha establecido en nuestra cotidianidad con todas las ventajas que representa en términos de calidad, versatilidad, opciones, etc. aún hay personas que prefieren tomar fotografías con cámaras que usan película fotográfica en blanco y negro que requiere luego un tedioso proceso de revelado con haluros de plata y la correspondiente reproducción en papel fotográfico.

Otro ejemplo significativo lo constituyen quienes a esta altura del siglo XXI y pese al gran desarrollo del vídeo digital prefieren utilizar viejas y obsoletas cámaras análogas de vídeo de 8 milímetros (entradas en desuso hace ya varias décadas).

En fin, los ejemplos de cómo la nostalgia por tecnologías y elementos que los nuevos desarrollos tecnológicos han dejado atrás, no son pocos. Y es por ello que el libro impreso tal y como lo conocemos probablemente siga existiendo y se siga imprimiendo y comercializando como un artículo de colección, mas no como ese recurso educativo por excelencia que jugó un papel muy importante durante los siglos anteriores.

Mientras tanto, la educación (y los educadores por supuesto), tiene que aprovechar el universo de posibilidades que plantea lo digital (que no para de desarrollarse) para vencer la inercia de varios siglos y avanzar hacia su renovación.

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